Juego de sumas a cero: Tu ganas, yo pierdo
“Toda una existencia para verme
Convertido en un buen corredor
Toda mi paciencia día a día
Para hacerme cada vez mejor
Ser tercero es perder
Ser segundo no es igual
Que llegar en un primer lugar
Voy a ganar, voy a ganar
Voy a matarme por llegar
Voy a ganar, voy a ganar
Voy a poderlo demostrar
Y a ganar”(Voy a ganar. Miguel Bosé, 1980)
“Soy un perdedor
I’m a loser, baby, so why don’t you kill me?
(Get crazy with the cheeze whiz)
Soy un perdedor
I’m a loser, baby, so why don’t you kill me?”(Loser, Beck. 1994)
Si te detienes a desmenuzar la cultura como ha sido diseñada te darás cuenta que creciste en un mundo de competitividad extrema. En un juego de sumas a cero cuya lógica es que si tu ganas, yo pierdo.
Crecimos con la guerra fría y sus consecuencias. Aún las vivimos. ¿Qué mejor ejemplo de un juego de sumas a cero que la geopolítica? La industria militar que con su monserga de protección y seguridad nacional ha roto todos los límites imaginables por llevar la delantera y asegurar su supervivencia a cualquier costo.
Pero esto de ganar y perder es bastante más antiguo que la guerra fría. Lo conocemos desde el inicio de los tiempos con la rivalidad entre Titanes y Dioses. Y desde ahí en adelante.
Habitamos en una sociedad en la que nos acostumbraron a valorar y adorar sistemas de premios, listas de ganadores y de popularidad. Con la fama y la fortuna nos distrajeron y con banalidades nos enseñaron a consumir nuestro tiempo.
Circo romano, fiestas, aristocracia, Lolapalooza, juegos de azar, tv, cine, casinos, loterías, apps, videojuegos, internet, redes sociales. Mecanismos eficientes para despilfarrar la vida. La rivalidad motiva, apasiona, convoca y vende. No sería lo mismo de las competencias deportivas sin el concepto ganar/ perder.
Aprendimos a competir y a darle autoridad a los ganadores. Nadie desea ser un “Loser”. Todos admiran a los Premios Nobel, Billboard, Record Guinnes, Miss Universe, Miss Mundo, JJOO, Hall of Fame, Paseo de las estrellas en Horrywood, los 40 principales, MTV, HBO, Estrellas Michelin, Oscars, Grammys, mundiales deportivos de futbol, de rugby, circuito ATP, AGP, copa Davis, Champion League, deportes de alto rendimiento, Masterchef y top ten de mil cosas. A las notas del colegio, al rendimiento académico, a los puntos de la tarjeta de crédito, a las del supermercado, a la gama de tu auto, al barrio donde vives.
Por supuesto que competir se encuentra en los genes del ser humano, pero la explotación de una cultura de la rivalidad es lo que nos ha llevado a ser lo que somos. Las guerras, las divisiones, la discriminación tienen un fundamento potente aquí que se expresa en la vida cotidiana desde que subes a tu coche y compites por adelantar y ganar el estacionamiento.
La polarización derecha/izquierda es un juego de sumas a cero que trata de derrotar a la facción contraria con la cual no se puede coexistir.
Hoy se fomenta la innovación y el emprendimiento desde la perspectiva de la empresa en la búsqueda de darle el palo al gato o de tener éxito y romperla con un producto o servicio que te “forre” para toda la vida. Al costo que sea.
Es paradójico que una sociedad que valora la solidaridad, la inclusión, la diversidad se encuentre a la vez sumergida profundamente en el individualismo y la competitividad.
La narrativa que se esconde detrás del juego de sumas a cero es el miedo. Nuevamente el miedo. Miedo a perder, a la escasez, a la comparación, a ser menos, a ser sometido. Y por supuesto que hay que defenderse, de otra manera seríamos unos bobos expuestos a los pasados de listo, que abundan.
Sin duda, según como están las cosas, necesitamos jugar este juego. Necesitamos saber como jugar, y allí está el problema. No todos están capacitados para ser ganadores, ni física, ni mental, ni energética, ni espiritualmente. La mayoría tampoco está capacitada para perder.
Entonces, ¿cómo se puede vivir en un mundo en el que se nos impulsa a ganar, pero sentimos estar perdiendo constantemente? Pues siendo mejores jugadores. Es la única variable del juego que es posible influir.
El éxito
El éxito competitivo, como vencedor, es un subproducto del juego de sumas a cero. Es una de las grandes trampas culturales modernas. Este tipo de éxito es narcisista pues si gano, valgo más, soy mejor que tú, me puedo vender a mejor precio, tendré mejores oportunidades, cambiaré de escalafón. Seré admirado. En esta versión del éxito, el ego comanda.
Eres exitoso por un golpe de suerte y que, si no lo sabes mantener te irás al carajo prontamente. Eres exitoso por tu trabajo duro y honrado, como lo hicieron los colonos. Eres exitoso a partir de la explotación a personas o por el aprovechamiento de algún desastres o catástrofe, como una guerra, conflicto de intereses. Dicen que no existe fortuna que no haya implicado abuso, corrupción o muerte. Los que las heredaron posiblemente sigan un curso honesto y limpio, pero si vas a rascar la pintura de las fortunas globales, verás que esto es una ley natural.
Pero también eres exitosa si meditas y lo logras pues el éxito consciente es el otro tipo de victoria, menos comentado y con mejor currículo pues es virtuoso. Aquí el éxito no consiste en vencer sino en desaparecer. O ganarte a ti misma. Sus productos son la armonía, es sanar, liberarse del miedo, de la necesidad de comparación, lograr el dominio de si mismo. El éxito ocurre cuando ya no hay juego. Aquí es la conciencia la que comanda.
Alternativa: Cooperación
Pero no siempre ha sido así. No siempre la humanidad vivió en torno a este paradigma de ganar y perder. Hay culturas, muchas de ellas ancestrales, que convivieron, y aún lo hacen, en una tradición de suma positiva y colaborativa. Culturas recolectoras/cazadoras que cooperaban, que comerciaban en base al trueque, al trato justo, al bien común, basado en una ética trascendente.
Hoy se puede apreciar en redes sociales como algunos influencers salieron de la lógica de sumas a cero y comparten sus audiencias, se invitan a sus podcasts y juegan en una tercera vía. Posiblemente sea una estrategia soterrada o con malicia, pero aún así, se ve mejor que la guerra por el rating.
Es imposible abstraerse de este jueguito. Los dados ya están lanzados y pensar otra cosa es ingenuidad. Hay que estar atentos, alertas y jugarlo cuando se deba. Hay que aprender a ganar y a perder.
Cuando niño me enseñaron a perder, me dijeron que no había que picarse, que no había que llevarse la pelota para la casa ni golpear al ganador. Pero no me enseñaron a ganar, a comportarme correctamente cuando eso ocurriera. Eso tuve que aprenderlo de los buenos y de los malos ganadores con lo que me tocó perder. Tuve que aprenderlo de los buenos y malos perdedores a los que les gané.
Ganar y perder con conciencia o ganar y perder comandado por el ego puede ser una gran diferencia cuando se trata de enfrentar el juego pues basado en la conciencia ganar y perder puede representar una oportunidad. Así, deja de ser un juego de sumas a cero.